viernes, 2 de septiembre de 2016

Y un día a tu cerebro se le olvidó coger la chaqueta

Dejemos claro que la depresión es una enfermedad mental. No es estar triste, no es “me he enfadado con Marta y estoy depre”, no es algo que “anímate, ya se te pasará”.
Es igual que cuando te olvidas la chaqueta, te hielas de frío y al día siguiente tienes la nariz llena de mocos que no te dejan respirar. Pues imagina que un día a tu cerebro se le ha olvidado coger la chaqueta y ha decidido que tampoco te va a dejar respirar.

Está tan asentado el pensamiento de que la depresión es sólo estar triste que no se percibe el efecto que puede llegar a tener en la persona que lo sufre y en los que le rodean.
La depresión no es que te pases el día llorando o que estés siempre decaído. Tampoco es que uno o dos días no tengas ganas de nada. Es una enfermedad con sus síntomas que afecta a la vida diaria. El síntoma más común es la ansiedad, normalmente ni siquiera se ve desde el exterior, sólo sale a relucir cuando algo explota en el interior de esa persona y provoca un ataque de ansiedad.


Hay diferentes tipos de depresión, pero por mi parte solo puedo hablar sobre uno de los más comunes: trastorno depresivo grave.
Es como un agujero negro. No tienes hambre, no quiere leer, no quieres ver series, te pones a pensar y tu cerebro sólo acepta pensamientos tóxicos y sólo tienes fuerzas para dormir y no levantarte nunca más. Entonces, cuando nada te molesta, cuando puedes descansar, tu cerebro piensa que es un buen momento para formar un sueño extraño en el que todo el mundo hace cosas extrañas y tú no entiendes nada. Y cuando creías que no podía ser peor te despiertas con una sensación de miedo que no te deja respirar, con el corazón palpitando como si quisiera salir de dentro de ti y llamas a tus padres gritando en medio de la noche porque no sabes qué pasa, sólo quieres estar bien y algo no te deja.

A la mañana siguiente te subes al bus para ir a clase sin haber podido dormir. Ese bus siempre va demasiado lleno y te gustaría decirle al señor de tu derecha que “APARTE SU BARRIGA DE MI BRAZO” porque otra vez te cuesta respirar. Y llegas a clase y tiene que salir cada media hora porque te ves incapaz de resistir un minuto más sentada en esa silla intentando hacer como que escuchas a un profesor mientras tu cabeza solo te dice “eres inútil”, “lo tienes todo y aquí estás, deprimida”.
No sabría decir si lo peor son los ataques de ansiedad, los pensamientos intrusivos o el no tener fuerzas ni para moverte.


Hay quien no quiere medicación, hay quien sí. Creo que eso es una decisión que cada persona tiene que tomar teniendo en cuenta lo que su psiquiatra/psicólogo le recomiende. Porque como en los resfriados, algunos se curan si te metes en la cama dos días y para otros necesitas hincharte a paracetamol. Pero, en mi opinión, es imprescindible el apoyo de un especialista, como cuando te rompes una pierna y tienes que ir al médico. Es quien te va a guiar para que tu cerebro vaya por donde tiene que ir y te va a ayudar a controlar los ataques de ansiedad. Además de conseguir llegar al desencadenante de la depresión, que puede ayudar mucho a superarla y prevenir futuras recaídas.


Sé que voy a convivir con esto toda la vida, sé que habrá momentos en que necesite volver a la medicación y que las dos semanas siguiente de dejarla van a ser una montaña rusa. Sé que cuando mi psicóloga me da el alta es para una temporada y que volveré. Pero ahora también sé cómo enfrentarme a ello, sé que cuando no puedo respirar porque algo invisible me oprime el pecho tengo que dejar a un lado los pensamientos catastróficos. Sé que si no tengo ganas de hacer nada tengo que hacer un esfuerzo.

No sé si debería dar consejos, pero al menos uno tengo que escribirlo: contadlo a la gente de vuestro alrededor, explicadle que es una enfermedad que os afecta incluso físicamente y que si algún día no contestáis a los mensajes no es porque paséis de ellos. Dejad que os cuiden y que os den chocolate (es muy recomendable, de verdad). No os encerréis en vosotros mismos.



Ilustraciones de Sara Pocock para Buzzfeed

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